El año muere dejando nueva vida en una ola que suma nueve, mi número preferido…

La esperanza, esa preciosa joya llena de brillante magia, esa ya no acompaña mis pasos…

Tan sólo la amargura arropa mis entrañas, quemándolas como terrible fuego…

Mi prisión es cada vez más estrecha y más oscura y más húmeda…

Aquí donde parece reinar la desesperación es también donde recibo el regalo de no tener nada que perder y los motivos de luchar aún sin esperanzas tienen su lugar.

Aunque la lucha sea tuerta, coja y llena de magulladuras que la hacen lenta, mientras haya respiración hay movimiento y ,por lo tanto, puedo vivir por el vivir en sí mismo, porque el hecho de vivir es ya un éxito en toda regla y aunque nada cambia, aunque pueda ir todo peor aún…la posibilidad de hacer el bien no ha muerto.

Este destierro existencial abre nuevas vías en mi mente de ocupar vacíos que quizá sean mi verdadero hogar nunca encontrado en este mundo hostil y extraño.

La esperanza del infinito desborda la agriedad que invade mi cuerpo y por unos momentos dulcifica mi pesar…pero el conocimiento de la crueldad inmutable e irracional arraña desgarradamente mi alma, mi cerebro, mi mente, mi corazón y todas las venas que recorren mi cuerpo…

 

 

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