«Siempre te echaré de menos» y esta es la última frase que lloraron mis labios con tu adiós. Y sigo extrañándote. Cada día más.

image

Siempre decías que nunca te irías… Pero te fuiste. Te marchaste, llevándote contigo mi corazón y mis sueños. Te marchaste dejándote todos los recuerdos entre los huecos de nuestra cama. Que ahora ya sólo es mi cama. Pero tu lado todavía sigue doliéndome a ti. Todo y nada ha cambiado con tu ausencia: yo sigo queriéndote como siempre, o como nunca; como cada amanecer, como cada día que se despide del mundo. Como cada noche, cuando las estrellas cantan y preguntan por tu sonrisa y nada puedo darles para que no dejen de brillar. Entonces las lágrimas hacen acopio de tristeza, y todo vuelve a ser más oscuro.

Más oscuro sin ti.

Sin tu luz iluminando el mundo.

A veces cierro los ojos, pensando que al abrirlos, despertaré con tus manos recorriendo mi espalda, o con tus ojos sonriéndome, acariciando cada parte de mi cuerpo. Pero luego los abro y todo sigue igual: sigo formando parte de un desierto en el que nunca llueven abrazos de terciopelo. Ojalá pudiera volver a perderme entre tus brazos, perdernos entre besos y sonrisas, y que nos encuentre el anochecer ávidos de amor y pasión. Ojalá que este ojalá no existiera y que ahora estuvieses haciéndome de reír con tus chistes. Y es que yo te quiero a mi lado. Que yo no te quiero lejos de mi, sino bebiendo de mi. Que yo lo que quiero es poder abrazarte en mitad de la noche, y que al notarme con las manos frías, las aprietes junto a ti. Es que contigo no había invierno en el que se me congelara el corazón, ni verano en el que tus ojos no derritieran el hielo de mis labios. Que fuiste y serás siempre mi pequeño trocito de cielo en el que poder volar cada vez que quiera alejarme de tanto dolor y tanta amargura.

 

Te echo de menos. No imaginas cuanto. Porque aunque hayas vuelto a mi, porque aunque tus pies hayan regresado hasta el punto de donde un día te marchaste, se que una parte de ti ya nunca volverá. No quiero que vuelvas a desaparecer ahora que has vuelto a mi vida. No quiero que te vuelvas a marchar otra vez. Se que soy una llorona, pero no quiero volver a perderte. Es doloroso cuando extrañas a alguien y no puedes correr hacia él y abrazarle fuerte. Cuerpo con cuerpo. Alma con alma.

Me acuerdo de lo que dolía pensar que un día desaparecieras para siempre, y es que cuando amas a alguien más allá de todo lo visible a los ojos, cuando amas a alguien con el corazón y el alma, y no con la mente, siempre existe ese terror que nos pone los pelos de punta, de perder para siempre y dejar de existir. Pues a mi me daba miedo de no volver a verte. De decirte todo lo que te quería y entonces te extinguieras, como todas las cosas bonitas pero perecederas. Porque hay veces que decir te quiero puede rompernos en mil pedazos.

Te debo muchas primaveras. Créeme si te digo que te quiero. Que te adoro aunque nunca volvamos a ser dos en uno, ni uno en dos. Aunque no volvamos a ser cielo ni infierno.

9862_16_2014_10_07_279__jff_

«Que nunca se te olvide que el día que tropieces, ahí estaré yo para atraparte el corazón entre los brazos.»

 

Espero que les haya gustado.

Saludos,
Nawin.

2 comentarios en “Sus abrazos eran mi libertad

Deja tu humilde opinión, querido lector

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.